Oremos en acción de gracias por la vida de nuestro hermano Carlos Riudavets que falleció a los 73 años de edad, 54 en la Compañía, 43 de ordenación sacerdotal y 38 de sus Últimos Votos. Que descanse en paz.
El P. Carlos Riudavets Montes nació el 14 de enero de 1945 en San Lúcar de Guadiana (Huelva, España). Estudió en el colegio-internado de los jesuitas en Villafranca de los Barros y fue allí donde conoció a la Compañía. En 1963, finalizado el colegio, con 18 años de edad, ingresó en el Noviciado de la Provincia de Toledo en Aranjuez (Madrid). Hizo la etapa de Juniorado en esta misma casa y estudió la Filosofía en Alcalá de Henares (Madrid) de1967 a 1969.
Llegó al Perú en 1969 para realizar, durante tres años, la etapa de Magisterio. De esos tres años, los dos primeros, trabajó en la oficina central de Fe y Alegría en sus momentos iniciales y fue director de un colegio recién creado en Collique. En el tercer año de Magisterio fue destinado al Colegio San Ignacio de Piura. Acabado el Magisterio, siguió sus estudios de Teología en la Pontificia y Civil Facultad de Teología de Lima (Bachiller de 1972 a 1974) y completó un cuarto año en la Universidad de Comillas (Madrid). Se ordenó como sacerdote en Lima en 1974. Culminó su formación como jesuita haciendo la Tercera Probación en Lima en 1979 y pronunciando sus Últimos Votos en Chiriaco en 1980.
De 1976 a 1980 regresa al Colegio San Ignacio de Piura como profesor y espiritual hasta que es destinado a la misión del Marañón, donde ha permanecido 38 años, hasta el día de su muerte. Su historia en la zona está estrechamente vinculada al Colegio Valentín Salegui pues sirvió en esta institución educativa todo el tiempo que pasó en la selva. Los primeros 12 años vivió en Chiriaco e hizo el traslado del Colegio a Yamakai-éntsa en 1992. También estuvo presente cuando en el año 2000 el colegio se convirtió en el n° 55 de los colegios de Fe y Alegría. Este año Charly estaba especialmente satisfecho porque en mayo el Valentín Salegui había cumplido 50 años. En todo este tiempo educó a generaciones de jóvenes indígenas y fue para ellos una referencia permanente y estable. Desempeñó todo tipo de tareas en el colegio: director muchos años, profesor, encargado de pastoral, director del internado, etc.
Hay dos pasiones que llenaron la vida de Charly: la educación y la entrega a los pueblos indígenas Awajún y Wampis. Respecto a lo primero, en la homilía de su funeral, el P. Juan Enrique Cuquerella lo describió así: “Carlos fue un educador: Entendió la educación como el desarrollo pleno de las capacidades de las personas y por tanto de los pueblos que ellas integran. Para Carlos educar no significaba llenar la cabeza de conocimientos, ni de ideas geniales y salvadoras, ni siquiera de valores buenos y universales. El proceso de educar significaba para él, sacar de dentro de las personas lo mejor que Dios ha depositado en ellas, en todas ellas: su capacidad de pensar, su capacidad de aprender, su capacidad de querer, su capacidad de servir, de compartir. Ser maestro significaba para Carlos acompañar el proceso de crecimiento de todas estas capacidades”.
En cuanto a su segunda pasión, Carlos fue destinado a la misión del Alto Marañón cuando llegaba a su ocaso la generación de los primeros misioneros y él, junto con el grupo de jesuitas que le acompañó, aportó el planteamiento de diálogo con las culturas propio del Concilio vaticano II. Vivió y acompañó los cambios del mundo indígena no solo en el ámbito del colegio, sino también en la atención pastoral a las comunidades de los alrededores que nunca descuidó en sus años de presencia.
Charly era un hombre de honda sencillez evangélica. Su amor a los pobres y su identificación con los pueblos indígenas lo puso mucho más en las obras que en las palabras, en la entrega cotidiana, afable y eficiente a su misión. Aunque pasara por dificultades, nunca perdió su alegría y su fino sentido del humor. Todos los años acudía puntualmente a los Ejercicios Espirituales y al Encuentro anual de la Provincia Jesuita. Era para él un gozo encontrarse con sus compañeros y amigos después de haber pasado el año distanciados en las diversas misiones.
Es más difícil para todos entender su trágica muerte conociendo su vida adornada de tantas virtudes y su trayectoria de fiel entrega. En la mañana del viernes 10 de agosto su cuerpo fue encontrado por la cocinera sin vida y con signos de violencia. Por solicitud de las autoridades de la zona, el cuerpo de Carlos fue velado en Imaza, Mesones Muro y Chiriaco, y enterrado en el templo parroquial de esta última localidad. De esta manera, descansa en el lugar donde entregó su vida y siempre quiso permanecer.
Demos gracias a Dios por su vida ejemplar, de entrega apasionada al Señor, anunciando siempre su Palabra, y la confianza en el cariño maternal de María.
Misa Funeral en Chiriaco:
Se celebró el 12 de agosto del 2018
11,00: Templo Parroquial
PADRE, CARLOS Riudavets Montes: Estarás presente en cada momento de mi vida, estarás en mis oraciones, cuando llore, cuando ria… y al final de mis días diré que nunca te fuiste…