El 28 de julio del 2010 falleció, a los 84 años de edad, el P. Peter Hansen SJ, gran misionero en los Andes peruanos.
Peter entró en la Compañía hace 42 años con una larga experiencia, diversa y curiosa: integró la selección nacional de basket de Dinamarca, pasó un tiempo en la Cartuja y también con los monjes ortodoxos del Monte Athos, fue secretario del obispo de Copenhague, su compañero jesuita Mons. Martensen, etc. Era una personalidad abierta, atenta a este mundo que recorrió por varios países y en medio de sus desafíos. Pero al final fue el Perú donde encontró el lugar para llevar los sueños y cumplir el deseo de una vida digna para todos.
Lo hizo desde la mirada de los pobres. Nos sorprendía su apuesta por los marginados, su dedicación a las fronteras de la exclusión que hoy tenemos como prioridad. El noviciado lo terminó en Chiriaco, y cinco años después ya estaba en el mundo andino hasta hace quince días. Han sido más de 40 años entregados al mundo indígena.
Fue especialista en inculturar el evangelio; con esmerado aprecio por la cultura, ponía todos los medios para hacerla fuerte y hacerla respetar desde la dignidad que Dios nos da. Tenía iniciativas a cada rato, siempre ocurrentes, siempre atrevidas. En todas nos hacía ver su confianza en la gente, en las tareas que podemos emprender, en la riqueza de nuestro pueblo, en el sentido de los proyectos. Ha convencido a muchos, a los que le visitaban en Lauramarca, Quico, o Marcapata, y a aquellos con quienes se comunicaba habitualmente. Así de entusiasta ha sido para los temas de la evangelización: francamente, un jesuita íntegro.
Aunque no sea fácil cerrar una historia tan rica como la suya, hemos de hacer hoy el intento de verla de ahora en adelante culminada en las manos de Dios. Peter siempre iba delante de nosotros, más allá de lo que podíamos pensar y cada vez más lejos de donde estábamos. Cuando recién estábamos afirmando nuestros proyectos, él ya pensaba en otro.
Ahora se ha ido bien lejos, al Reino y definitivamente. De nuevo nos ha desconcertado. Pero esta vez de una manera única, especial. Porque ahora no sentimos distancia alguna, ni geográfica, ni temática. Él está en la casa del Padre donde, de vez en cuando, también nosotros soñamos que nos gustaría estar. Allá habrá encontrado todo: culturas, talleres, teología, proyectos y amigos. Porque sabemos que allá no falta nada. La única diferencia es que ya no tendrá preocupaciones: todo lo demás está a su alcance.
Y el Padre desde ahora le hará descansar. Lo que nosotros no logramos nunca. Como tantas otras cosas que no podemos conseguir y el Señor las hace posibles. Él sabe dar el descanso merecido a quien ha trabajado por el Reino hasta agotar el corazón de tanto servir.
Y en la oración, donde nos unimos todos, Peter está más cerca de nosotros que nunca. Porque ya está en Dios y para siempre.
Comentarios recientes