El 26 de junio se recuerda un aniversario más de la partida de Mons. Alfredo Noriega Arce SJ, quien falleció en Lima en 1993. Mons. Noriega tuvo una larga vida de servicio generoso al Señor en la Compañía y en la Iglesia. Luego de su Doctorado en Estudios Clásicos en Inglaterra, fue profesor muy apreciado en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y en el Instituto de Humanidades Clásicas de Villa Kostka en Huachipa, para luego dedicarse intensamente a la pastoral sobre todo de las familias como Obispo Auxiliar de Lima.
Entre los más humildes de Lima, como ocurre en todo el mundo, hay un complejo sistema de comunicaciones desconocido para la mayor parte de la sociedad. Una de sus sagas dice que en Lima hubo dos santos: Monseñor Noriega en San Pedro y el padre Monteverde en Breña. Hasta ahora recuerdan su gran generosidad.
Hace unos días escuché la grabación de una homilía de Monseñor Alfredo Noriega. Perfecta dicción, claridad de ideas y exposición, profundidad teológica y espiritual, sentido pastoral, temperamento coloquial, elegancia de formas. Era un pastor de Oxford (donde recibió su doctorado), que en el cambio de paradigma tuvo que guardar su inmenso bagaje de formación clásica para que sirviera de substrato en la adaptación post Vaticano II.
Tuvo que dejar la cátedra del Instituto de Humanidades Clásicas de Villa Kostka en Huachipa (“Juniorado”) y de la PUCP, por el púlpito. Halló un campo propicio en las tareas parroquiales en Fátima y Desamparados, especialmente en el campo matrimonial. La Iglesia le pidió su servicio en el episcopado y fue Obispo auxiliar de Lima, hasta que la diabetes le hizo la mala pasada de invalidarlo.
De la comunidad de San Pedro pasó a la Comunidad del Colegio de la Inmaculada. Desde ahí salía a atender al Movimiento Bodas de Caná, su último ministerio. Tuve la suerte de acompañarlo cuando entregó su vida a Dios de manera definitiva, el 26 de junio de 1993, en su habitación de la Comunidad. (Enrique Rodríguez SJ)
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