El P. Manuel Peirano nació en Palpa, Ica el 26 de abril 1936. Llega a Lima, junto con sus hermanos para estudiar en el Colegio de la Inmaculada. En un primer momento, alternan su lugar de vivienda entre Palpa y Lima y, finalmente, pasan a vivir de forma permanente en el internado del Colegio. Acabada la secundaria, estudia contabilidad y trabaja tres años como contador en el Ministerio de Salud (1956-1959). Para lo que era habitual en ese tiempo, su vocación es tardía, pues ingresó a la Compañía con 23 años de edad. Su opción por la vida religiosa se fue gestando en la profunda religiosidad del ambiente familiar (cuatro hermanos más ingresaron en la vida religiosa), su pertenencia a las Congregaciones Marianas y el ejemplo del P. Jesús Cánovas al que Manolo siempre tuvo como una referencia en su vida.

Hizo su noviciado y juniorado en Miraflores de 1960 a 1964. Posteriormente estudió la Filosofía en Alcalá de Henares, Madrid (1964-66). Sin hacer la etapa del magisterio, continúa estudios de Teología en la Facultad de Granada siendo ordenado sacerdote en 1968 en Lima por Monseñor Luis Bambarén. Antes de hacer su Tercera Probación en Medellín de 1970 a 1971, realizó un año de trabajo pastoral en el Colegio San Antonio Abad de Cusco. Pronunció los últimos votos en El Agustino en 1975.

En su vida apostólica se mostró como un jesuita versátil y disponible que asumió los distintos destinos que fue recibiendo con entusiasmo y espíritu de obediencia. Estos destinos le pusieron en contacto con la pastoral social, la educativa y la pastoral parroquial, pero sin duda donde hizo un aporte más valioso fue en la pastoral juvenil. En cuanto a la pastoral social fue el primer director, durante dos años, de los Servicios Educativo El Agustino (SEA) cuando esta institución fue fundada en 1978. También trabajó dos años como encargado de proyectos en el CIPCA, Piura.

En la pastoral educativa colaboró en el Colegio San Antonio Abad de Cusco y en el Colegio San Pío X en Huancayo (1971-1972). También fue espiritual del Colegio San Ignacio de Piura, de 1983 a 1986.

El resto de sus destinos están vinculados a las parroquias y a la pastoral juvenil. De 1971 a 1980 lo encontramos en la Parroquia Virgen Nazaret y, de 1987 a 2001, en la Parroquia Nuestra Señora Desamparados en Breña donde tuvo un papel muy destacado en la creación y fortalecimiento de las CVX. Finalmente, desde 2002 y hasta su fallecimiento en la Parroquia Nuestra Señora Fátima. En estas parroquias fue vicario parroquial y destacó especialmente en la pastoral juvenil y en el ministerio de la reconciliación.

En 2014 se le diagnostica la enfermedad denominada citopenia refractaria, que le obliga a someterse a un riguroso tratamiento y, poco después, le lleva a vivir en la Enfermería. Mensualmente recibía transfusiones sanguíneas para superar el síndrome mielodisplásico. Gracias a las 28 transfusiones donadas y gestionadas por la CVX de Breña, su vida se prolongó hasta que la médula no respondió y terminó por bloquearse el día 27 de enero en la noche.

El P. Carlos Cardó en la homilía de la misa funeral condensó de esta manera las virtudes de Manolo: una natural sintonía con la gente necesitada, comprendía de inmediato sus angustias y deseos, se comunicaba con ellos sin reparo y les tocaba el alma. Había entre él y ellos una real comunión. Igualmente sugerentes son las palabras que describen su llegada a los jóvenes: Sabía adivinar el potencial de cada joven que se acercaba a él, y lo ayudaba a sanar sus heridas antiguas para que viviera con confianza, seguro de que Dios lo amaba a pesar de las vicisitudes de su vida. Pero sobre todo los ayudaba a encontrar el tesoro escondido en sus personas: su potencial de humanidad, de solidaridad, de espiritualidad. Esta descripción lo retratan como un pastor empático, dedicado y capaz de conectar a las personas con Dios a través de las palabras justas.

Demos gracias a Dios por su vida ejemplar, de entrega apasionada al Señor, anunciando siempre su Palabra, y la confianza en el cariño maternal de María.