Primer Prefecto Apostólico y Superior Regular de la Misión de San Francisco Javier, Alto Marañón. Nació en Madrid el 3 de Julio de 1901. Acabados sus estudios medios, empezó la carrera de Derecho en la Universidad de Madrid. A los 20 años, interrumpió su carrera, para ingresar en el Noviciado de Granada el 7 de septiembre de 1921. Siguió el curso normal de los estudios y cuando en 1932, estudiaba teología en Sarriá, tuvo que emigrar a Albeek (Holanda) a raíz del decreto de disolución de la Compañía, dado por el Gobierno de la República Española. Allí se ordenó el 9 de Agosto de 1934.

Al acabar en 1936 su Tercera Probación en Braga (Portugal), cuando volvía a España a iniciar sus trabajos apostólicos, estalló la guerra civil. Desde comienzos se ofreció como capellán voluntario en la Primera Bandera de la Legión. Trabajó con celo infatigable por el bien espiritual de los legionarios. Mientras auxiliaba a unos de los legionarios heridos, recibió el cañonazo de un tanque que le hirió en la columna vertebral, sin que por eso dejase su puesto, a pesar del peligro y de la herida. Esta le causó consecuencias y molestias que le duraron toda su vida. Al terminar la guerra civil fue puesto por sus superiores al frente de la Parroquia de la Ventilla, que se acababa de erigir y era la primera que se entregaba en los suburbios de Madrid a la Compañía.

Al abrirse la Misión del Marañón, fue designado por la Santa Sede para el cargo de Prefecto Apostólico, en Julio de 1946. En Diciembre del mismo año era nombrado Superior Regular de la Misión. Fue el verdadero organizador de la Misión.

En 1958, aquejado ya por diversos achaques, que le iban minando poco a poco su salud, renunció ante la Santa Sede a su cargo de Prefecto Apostólico, del que fue relevado, lo mismo que del de Superior Regular. Quiso seguir trabajando, como un misionero más en la medida de sus fuerzas. Así se le encomendó el nuevo puesto de Pucará. Por fin, el año 1964, por su precaria salud, fue destinado a la Casa Central de Jaén.

Varón de profundísima humildad y modestia, y de honradez a carta cabal, conversador fácil e incansable operario celoso y abnegado, siempre dispuesto a prestar su ayuda donde quiera que fuese requerida o pudiese ser de utilidad, tal fue la figura del P. Ignacio García Martín.

El 10 de Junio ingresó en la clínica para una operación; 3 días después, el 13 de junio de 1965, el Señor le llamó a gozar de su merecida recompensa.