El 13 de junio del 2004 falleció en nuestra Enfermería de Fátima, nuestro recordado Hermano Santiago (Pochito) Lafuente Gil, con 67 de edad y 49 de Compañía. Los últimos dos años habían sido de brega, de lucha contra el cáncer. Contaba el Hno. Leo Requejo que cuando, al saber la noticia de su mal irreversible, se fue a visitarlo a su cuarto, lo encontró allí pidiéndole al Señor fuerza para aceptar su voluntad.

Pocho fue un Hermano Jesuita de una pieza. Como jesuita de cuerpo entero, fue un hombre disponible. Por eso fue destinado en 1956, siendo novicio, al Perú, después de unos años como postulante en Aranjuez. El segundo año de Noviciado y cinco en el Juniorado de Miraflores le preparan para lanzarse a la misión.

En 1963 le encontramos en el San Ignacio de Piura y en 1966 es destinado al Chiriaco, donde está tres años haciendo de todo: es chofer, viaja continuamente a Jaén para abastecer al Colegio, es mecánico, arregla motores, carros, botes. Los de nuestra comunidad de Jaén lo piden para su casa y allá va, disponible, en 1970 ocupándose, entre otras cosas, de colaborar en la instalación de Radio Marañón. En 1979 llega a Arequipa donde pasa dos años llevando la casa de la Residencia.

De allí regresa a la selva, esta vez a Santa María de Nieva, donde permanecerá muchos años como Ministro de la casa y gestor del aserradero en el que puso tanto de su creatividad y esfuerzo para ayudar a la gente con el corte y comercialización de la madera. Cuando después de unos catorce años se le pidió cerrarlo, lo aceptó con toda disponibilidad y llevó el dolor de la obra cerrada con paz y disponibilidad. De Nieva fue destinado al Valentín Salegui donde el buen Pocho emprendió su obra cumbre -la hidroeléctrica-, en la que puso tiempo, cariño, dedicación…

Estando ya enfermo, en uno de sus momentos de aparente mejoría, pudo regresar a la selva y ver cómo se ponía en funcionamiento la Hidroeléctrica SANTIAGO LAFUENTE. Allí había vivido Pocho los últimos años de su vida activa, empleando toda su habilidad para reparar, cuidar, mantener el Colegio y tener en la comunidad una presencia siempre alegre y fervorosa de Jesuita, contemplativo en la acción y activo en la oración.

Hombre de fe, sencillo, amante de la eucaristía, de oración constante. Ha llevado su enfermedad con mucha entereza. Sus hermanas y hermano lo vinieron a visitar en abril y se sintió muy bien acompañado por ellos. Otro de sus nueve hermanos pensaba venir el próximo miércoles pero, ante la noticia de su muerte, ha preferido quedarse en España donde se reunirán para celebrar la Eucaristía por su eterno, y ahora ya definitivo, descanso.

Cuando estaba en sus largas sesiones de quimioterapia en la Clínica San Lucas, lo que más agradecía era poder recibir al Señor eucarístico. El Señor le llamó a su presencia el día del Cuerpo y Sangre de Cristo : “Siervo fiel y prudente, porque has sido generoso en cosas pequeñas, te daré responsabilidad en las grandes”.