La madrugada del 18 de septiembre del 2006 se fue nuestro querido compañero y hermano Ubaldo, con apenas 47 años de edad y 25 en la Compañía de Jesús. Desde el año anterior en que comunicó su situación de su salud, Ubaldo vivió una experiencia intensa de fe profunda y confianza en el Señor. Fue un modelo de llevar la enfermedad con ánimo y de ser útil desde ella con quienes se encontraban en parecidas circunstancias.

Mantuvo casi hasta el final una vida marcada por la alegría, por una vitalidad desbordante y una capacidad de relacionarse, de animar, de vivir en el Señor, sorprendentes. Era el Ubaldo de siempre. Hombre confiado, lleno de valores evangélicos que aprendió desde niño, de sus papás y de su familia.

Ya desde joven el cáncer le golpeó el sistema linfático. Ubaldo vivió permanentemente amenazado en su salud. Pero él supo convivir con las enfermedades, se reía de sus miedos y temores. No manifestaba sino en momentos de mucha intimidad, y con personas contadas, las pesadillas mortales que le acechaban.

Ubaldo estudió y se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Privada de Piura, después de hacer sus estudios secundarios en el histórico Colegio San Miguel de Piura. Hizo su Filosofía en Santiago de Chile y la Teología en Belo Horizonte. Como jesuita vivió intensamente su misión, en lugares diversos: Jaén, Yamakai-entsa, El Agustino y Tacna. Se le encomendó la tarea de crear una radio en la selva y después de varios estudios y gestiones para ponerla en marcha, se vio que no era factible. Supo llevarlo con paz y confianza. En el Agustino construyó algunas capillas de la Ribera. Vivía la dureza de la realidad de la pobreza, de la exclusión y marginación de la gente con indignación y esperanza. Creía en la gente y al mismo tiempo sentía que el terreno que pisaba era sagrado y clamaba justicia a Dios y a los personas.

Tenía una capacidad alucinante de tejer relaciones amicales. De genio vivo. Despierto. Conversador ameno. Juguetón. Alguien querido por todos. En Tacna fue encontrando su lugar, estos últimos años, tanto en la Universidad como en la Vicaría de San Pedro Apóstol. Y era el encargado de la Diócesis de la Pastoral de migrantes. Iba y venía de Tacna a Arica con todas las facilidades del mundo. Ya se había hecho amigo de unos y otros en la frontera y pasaba como pedro por su casa, sólo saludando a los guardias mientras seguía su camino. Ayudó a mucha gente indocumentada o que necesitaba aligerar cualquier trámite consular.

El testimonio que leyó el día de San Ignacio del 2005 fue fruto de una experiencia espiritual profunda que había vivido antes de saber nada de su enfermedad. Una experiencia que le llevó a ponerse en las manos del Señor y a desear una total identificación con él.

Con Ubaldo se nos fue un compañero joven, pero tenemos en el cielo alguien que desde allá nos echará una mano, como se la echaba a todos, y nos espera para vivir en la alegría eterna.