La madrugada del 28 de septiembre del 2006 nos dejó nuestro gran compañero Manuel García Rendueles SJ, aún en la plenitud de su actividad apostólica. Viviendo entre las comunidades indígenas de Amazonas, había ido a Jaén de compras y gestiones para sus obras por el Río Santiago. Repentinamente se puso muy mal, lo llevaron al Hospital y murió de un infarto.

De la nota del P. Carlos Rodríguez Arana SJ, Provincial del Perú, en esos años:

No nos queda sino agradecer al Señor por todo lo que Manolo ha sido: por su entrega incondicional a la misión entre los awajún y wampis en el Vicariato, por su testimonio de misionero encarnado en los pueblos que le acogieron y con los que quiso compartir su existencia.

Agradecer por sus estudios y su aporte al conocimiento de sus culturas. Últimamente había dejado esa actividad movido por las necesidades apremiantes de la gente. Cuando le dije que por qué no seguía publicando e investigando, me comentó: “Ellos están muriendo de hambre, necesitan con urgencia una ayuda para su seguridad alimentaria y para su educación”. Y a esas tareas, amén de la evangelización, estaba dedicado en cuerpo y alma, trabajando junto con un grupo de wampis en la construcción y equipamiento de piscigranjas y granjas avícolas. Me comentaba en la última visita que hice a la zona que prácticamente habían asegurado la alimentación de la gente del Río. Que ahora le preocupaba la de las comunidades más alejadas, las de las cabeceras de los ríos.

Su otro desvelo, en este tiempo, era la educación, la formación de los niños, niñas y jóvenes del Santiago. En eso estaba, tratando de convencer a las autoridades del Ministerio para que crearan Escuelas y tuvieran profesores. Él construía aulas por una y otra comunidad. Sentía que el mundo wampis era como o un paraíso, y quería que su gente viviera allí con la mayor dignidad del mundo: bien alimentados, bien formados y educados, conviviendo, como buenos cristianos, pacíficamente, y disfrutando de la belleza de los ríos y la selva.

Manolo vivió y murió por ellos, por esos hermanos nuestros awajún y wampis a quienes se entregó de por vida. Era como uno más entre ellos, vivía con una familia joven, con la que compartía techo, pan, alegrías y tristezas; una de ellas, la más dolorosa del último tiempo, fue la muerte de la esposa de la familia que le alojaba. Sufrió mucho ayudando al esposo a salvarla. No fue posible.

Con Manolo se nos va otro de los grandes misioneros de nuestro querido Vicariato, discípulo entre otros del P. José Mª Guallart, a quien admiraba e imitaba. Hombre abnegado, que a pesar de sus males (columna con fuertes dolores de tiempo en tiempo, con un asma crónico) no quería por nada del mundo dejar de sentir y gozar, sufrir y morir con la gente a quien estaba convencido que el Señor le había encomendado.

Nació en Gijón (Principado de Asturias) el 8 de junio de 1946. Luego vivió en Burgos, donde estudió en nuestro Colegio de la Merced. Ingresó muy joven al noviciado de Villagarcía de Campos, en el 1963. Sus estudios de Humanidades los hizo en el Juniorado de Salamanca y la Filosofía en Comillas y Alcalá de Henares. Pidió venir al Perú e hizo su magisterio en el Valentín Salegui, en el Chiriaco. Es en ese tiempo que se enamora de la selva y de sus habitantes, movido por los misioneros que están por esas tierras. Hizo su Teología en Comillas, Lima y México y su Tercera Probación también en México, con el P. Elizondo, quien le marcó espiritualmente. Antes de volver a internarse en la selva, estudió y sacó el Bachillerato y la Licenciatura en Antropología en 1977 por la PUCP, para lo que sustentó dos Tesis “Modos de producción primitivos : caso Jivaro-Aguaruna” y “Duikmun … ‘Antiguamente … ‘ tradición oral de los aguarunas”. Ese mismo año, el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP) publicó en dos volúmenes su obra “El Duik múun… universo mítico de los aguaruna -Chumáp Lucía, Aurelio”. Era hombre de confianza, consejero, amigo de wampis y awajún. Ellos, y nosotros con ellos, lo vamos a extrañar mucho.