El 31 de mayo del 2003, el P. Jesús Calabor Sansebastian SJ partió a la Casa del Padre, santa y tranquilamente como vivió, a los 92 años de edad y 75 de Compañía, mientras se preparaba para concelebrar la Eucaristía en la Capilla de la Enfermería de Fátima, como todos los días. Nos dejó un extraordinario ejemplo de vida jesuita, tanto en sus años en la Enfermería, como anteriormente en sus trabajos, sobre todo en el Vicariato de Jaén.

Nació en San Sebastián, Provincia de Guipúzcoa. Luego de hacer sus etapas de Noviciado, Humanidades y Filosofía en España, llegó al Perú para hacer su etapa de magisterio de 1937 a 1940, primero dos años en Arequipa en el Colegio Apostólico y luego en Lima, en el Colegio de la Inmaculada. Regresa a España para estudiar teología en Granada y se ordena de sacerdote el 15 de julio de 1943. En 1944 regresa al Perú junto con 13 Padres, y en marzo de 1945 hace su Tercera Probación en el Noviciado de Miraflores, siendo al mismo tiempo Ayudante del Maestro de Novicios y Ministro de Juniores.

En febrero de 1946 es destinado a la recién creada Prefectura Apostólica de San Francisco Javier del Marañón, donde vive su vocación religiosa y sacerdotal como misionero y párroco en San Ignacio, Santa Rosa La Yunga, Bellavista, Colasay y Pucará. Fue también Secretario de los Prefectos Apostólicos José Oleaga y Juan Albacete, y en 1960 ejerció también el cargo de Pro-Prefecto Apostólico. Trabajó en el Vicariato hasta 1983, dedicándose con especial esmero al trabajo pastoral, siendo un verdadero pastor muy querido por todo el pueblo. Como una vez le dijo una mujer campesina de Colasay, cuando visitó su querido pueblo con ocasión de la celebración de los 50 años de creación del Vicariato, “Padrecito, que bien se conserva y qué linda sangre tiene”.

En 1983, cuando su salud se empezó a resquebrajar, es destinado a la Comunidad de Fátima, de Espiritual de la Comunidad y como Confesor en la Parroquia y Enfermería.

Nuestro querido P. Jesús fue sobre todo un hombre de Dios, celoso misionero, infatigable y eficaz predicador del Evangelio en los distritos más alejados del Vicariato, anunciando siempre a Jesucristo, gastando y desgastando su vida y dando testimonio con su entrega generosa del amor, la ternura y la compasión de Dios con los más pobres y enfermos.