El 22 de julio de 1993, falleció en Lima el P. César Toledo Más SJ, uno de los jesuitas peruanos que más ha influido en la formación intelectual y religiosa de nuestra Provincia, y que había ingresado a la Compañía después de graduarse como abogado en la Universidad Católica.

Gran promotor de vocaciones (escribió un libro para jóvenes sobre varias de ellas en el que muchos encontramos inspiración), el P. Toledo fue Maestro de Novicios y trabajó en las Parroquia de Fátima y Nuestra Señora de los Desamparados, destacando por sus cualidades en la dirección espiritual y la predicación.

Compartimos un testimonio personal escrito por Carlos Lecaros Zavala, uno de sus amigos más cercanos en sus años de la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados.

Yo creo en aquello de que el Señor nos va conduciendo hacia ese encuentro con Él en la historia para que nos comprometamos con su proyecto del Reino. Y creo también, con tanta o más convicción, que coloca a personas muy especiales para que nos vayan mostrando el camino sin que por ello se afecte el ejercicio pleno de nuestra libertad.

Manifiesto lo anterior teniendo en mi pensamiento a la persona que el Señor eligió para mi encuentro con Él: César Toledo Más, S.J. Son muchas las experiencias de vida con el “Padre Toledo” (nunca pude decirle “César”, a secas), resaltando en ello, el proyecto de vida intelectual y espiritual iniciado bajo su Dirección Espiritual, esa experiencia ignaciana de acompañamiento que de manera permanente me hace recordar el pasaje del Evangelio de Emaús. El P. Toledo no sólo me inquietaba para leer Filosofía y Teología (recuerdo bien la biblioteca de “Desamparados”, tantas veces visitada) sino que solíamos comentar las lecturas, siendo lo más relevante sus orientaciones sobre la manera cristiana de ver el mundo, estando en el mundo. Aprendí de él, cómo integrar el conocimiento con la experiencia de vida, con la praxis. Cuando me acerco al P. Toledo, allá por 1968, se vivía todo el entusiasmo de Vaticano II y la Populorum Progressio, cuyos temas eran extraños para mí, pero que ahora, a la distancia, comprendo que marcaron el inicio de ese compartir juntos la experiencia de Dios, lo que para mí habría de significar mi kayrós, esto es, el momento oportuno en mi vida para conocer al Señor y reconocerlo en la Iglesia, más allá de sus vicisitudes.

El P. Toledo, fue quien me inició en la lectura de otro jesuita a quien no he dejado de estudiar desde el año 1969 ó 1970: Teilhard de Chardin. Tan es así, que mi tesis de Licenciatura en Filosofía en la UCA (San Salvador, 1997) la escribí sobre Teilhard, lo que explica la dedicatoria que ahí aparece: “En recuerdo de CÉSAR TOLEDO MÁS, S.J., quien -en palabras de Teilhard- vive ahora el gozo de «ver»”

El P. Toledo estuvo tan ligado a mi vida y a la vida que comparto con Pilar, mi esposa, de quien también fue Director Espiritual que, como no podía ser de otra manera, nos casó (1975), bautizó a Juan Carlos (a quien él le agregó un tercer nombre, Salvador, porque nació un 25 de marzo de 1976) y a Carla (1979).

Habría mucho más que decir de la experiencia de vida junto al P. Toledo, como, por ejemplo, desde hacer los Ejercicios hasta lo mucho que disfrutaba del mar, como buen barranquino. Un largo caminar, como dice la canción, que duraría 25 años, más de “media vida”, porque cuando él parte para unirse con el Señor, yo tenía 45 años.